lunes, 5 de junio de 2017

Todo iba bien / Un beso de despedida

Tras meses de comportarnos como quinceañeros que avergonzados evitan hablar, recordamos que casi van diez años desde que pasamos esos días y decidimos comportarnos como los adultos que éramos y “seriamente” definir que lo nuestro era algo “no serio”.

Todo iba bien… todo iba perfecto. Todo iba bien con tus besos en mi cuello, con mis rasguños en tu espalda, todo iba bien con tus manos que exploraban ahora tan seguido mi cuerpo y con mi boca que buscaba hasta el último rincón del tuyo para besarlo.

Todo iba bien con las miradas cómplices cuando todos nos veían y fingíamos despedirnos para luego encontrarnos en algún pasillo (o en alguna cama), todo iba perfecto con las miradas felices cuando ya no había testigos o con las sonrisas nerviosas cuando nos besábamos justo un segundo antes de ser descubiertos, todo iba bien, nuestro juego era perfecto.

Anoche llegaste a mi cama como siempre, anoche no dormimos como siempre, anoche me besaste infinitas veces y yo susurre tu nombre otro puñado de infinitas veces más. Pero cuando el sol ya repuntaba la mañana y nos avisaba que la vida seguía y te debías ir, cuando soñolienta me cubrí el cuerpo con una sábana al tiempo que veía como recogías cada una de tus prendas, cuando el dialogo de rigor “cierra bien cuando te vayas, avísame a lo que llegues” llegaba a su fin… te acercaste, levantaste mi cara, cerraste los ojos y me diste un beso.


Un beso de despedida que tácitamente habíamos acordado evitar tantas otras mañanas, un beso de despedida que se cargó con dos sonrisas que nacieron justo cuando este terminó. Todo iba bien… y ahora se pone mejor. 

domingo, 9 de abril de 2017

Ni un solo beso

No sé en qué momento decidí dejar de escribir y no sé con exactitud el por qué decidí volver a hacerlo.


*


Esta viene siendo la tercera mañana en la que me levanto de una cama que hace unas horas compartía con él y me siento orgullosa y satisfecha de mis actos... Ya lo superé,  somos gente grande, podemos pasar una noche completa uno al lado del otro sin besarnos, sin complicar más esto, sin darnos ni un solo beso.

Me meto a la ducha satisfecha conmigo misma, ni un solo beso anoche, abro la llave. el agua tibia recorre mi cuerpo y comienzo a recordar como la fiesta se escapó un poco de las manos, que fuimos en rescate de algunos que cedieron ante todo el alcohol que compramos, que decidimos ir a dormir y que las camas no eran tantas… ¿qué problema podía tener dormir al lado de él? Tenemos confianza, además, no nos daremos ni un solo beso.  

Salgo de la ducha, me preparo un té para poder empezar la mañana y darme animo por todo lo que debo limpiar tras la juerga de anoche… “no nos dimos ni un solo beso” repito en mi mente.

Pero cuando el agua hierve y el olor del pan tostado llena la cocina, cuando me siento sola viendo los cadáveres de latas de cerveza y de cigarrillos esparcidos por la casa, cuando el primer sorbo de té traspasa mi garganta y calienta mi cuerpo comienzan las dudas.

Porque esta viene siendo la tercera mañana en la que me levanto de una cama que hace unas horas vio nuestros abrazos y nuestras manos enlazadas, nuestros cariños en el pelo, sus cariños en mi espalda, mi mano pasando con total confianza por debajo de su polera para instalarse tranquila en su pecho. Porque nos reíamos cómplices en una oscuridad encubridora, porque llene su cuello de besos y él hizo lo mismo con mis hombros cuando me abrazaba porque yo “tenía frío”. Porque desperté tarde con su mano enlazada en la mía descansando en un abrazo que no nos separó en toda la noche… pero no nos dimos ni un solo beso.

Quizás así quedamos tranquilos, quizás cuando sus amigos le pregunten si sigue dándose besos esporádicos con esa loca de mierda  podrá decir sin mentir que no, quizás cuando los míos insistan en que yo debo dejar de permitir que revolotee en mi mundo yo pueda llamar a la calma colectiva aludiendo a que ya no nos damos ni un solo beso.

Termino mi improvisado desayuno rápido, cierro el tema en mi mente, está bien así… total somos gente grande y no queremos complicar las cosas... así que seguiremos sin darnos ni un solo beso.



miércoles, 21 de octubre de 2015

Defunción.

La niña flaca de ojos cansados, que lee novelas de amor y a la que le gusta la gente que sonríe comunica el sensible fallecimiento de quien fue en vida, el órgano que tantas veces creó luces en su cuerpo.

Y aunque sabe que el amor y las miles de luces que genera el enamoramiento no nacen en el pecho, nacen en una parte de su cabeza, puede asegurar que tras el desamor más grande de su vida, el vacío se siente en el pecho. 


Esperamos que su corazón algún día pueda volver a ser o estar con ella, por ahora la niña de ojos cansados tendrá que vivir con los ojos cansados y un corazón roto. 








PD: La niña aún lo ama... con todos los trocitos de su corazón.